Navidad es un tiempo de reflexión me gustaría compartir
la historia con ustedes, porque creo que de esa enseñanza es que nace mi deseo de trabajar con la personas en
situación de calle. .
Cuando yo tenía 13 años veníamos de
Chiñihue (queda cerca de El Monte) por la carretera en la citroneta con mi
papá. En un momento empezamos a ver que
todos los autos se corrían y vimos a un señor que se estaba tirando encima de
los autos, mi papá paró el auto y se bajó a conversar con él (ahora con el
tiempo me doy cuenta que este señor estaba muy borracho y seguramente eso le
había producido algún tipo de alucinación), siguiendo con la historia cual fue
nuestro terror cuando vimos que mi papá venía con este señor y lo subió al
auto, yo que venía adelante creo que nunca me había pasado tan rápido al
asiento de atrás e íbamos aterrados, bueno después lo llevamos al hospital y
cuando mi papá se aseguró que estaba bien nos fuimos.
Después mis tatas que venían en el auto de
atrás lo retaron por inconsciente que como se le ocurría subir a esta persona
al auto y etc., Bueno el día de su Misa de aniversario buscando entre sus
escritos encontré esto que le dedicó mi papá a su papá (mi tata).
Me sentí mal porque creo que me gusta tanto
ir al Albergue del Hogar de Cristo porque tengo la posibilidad de ayudar a ese
Cristo sin correr riesgo, que bueno sería tener el coraje de hacerlo siempre.
Un abrazo a
todos.
Alejandra Orrego, miembro del Proyecto Domum Sanitas.
Corpus Christi en el Camino
Prójimo,
el
torso, desnudo,
los
ojos rojos,
las
manos sangrantes,
tan
sólo desesperación, que se aferra al vehículo ajeno,
en
violencia inocente.
Prójimo,
pequeño
samaritano,
caído
de alcoholes inasibles,
aferrándote
a generosidades inexistentes
que
aparecen y se van,
con
el fácil rodar de un bólido.
Prójimo,
desconcertado
de inconscientes inocencias
que
levantas los brazos en cruz,
clamando
solidaridades imposibles
hasta
que la violencia te coge
en
delirios mal interpretados
de
amenaza y llanto.
Prójimo,
que
sollozas en brazos ajenos
y
te haces niño
entre
el temor de los niños;
balbuceos
de amistad
que
resbalan sobre piel helada
sin
saber que transparentan
el
Cuerpo del Señor.
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