martes, 18 de diciembre de 2012

Corpus Christi en el Camino



Navidad es un tiempo de reflexión me gustaría compartir la historia con ustedes, porque creo que de esa enseñanza es que nace mi deseo de trabajar con  la personas en situación de calle. .
             
  Cuando yo tenía 13 años veníamos de Chiñihue (queda cerca de El Monte) por la carretera en la citroneta con mi papá.  En un momento empezamos a ver que todos los autos se corrían y vimos a un señor que se estaba tirando encima de los autos, mi papá paró el auto y se bajó a conversar con él (ahora con el tiempo me doy cuenta que este señor estaba muy borracho y seguramente eso le había producido algún tipo de alucinación), siguiendo con la historia cual fue nuestro terror cuando vimos que mi papá venía con este señor y lo subió al auto, yo que venía adelante creo que nunca me había pasado tan rápido al asiento de atrás e íbamos aterrados, bueno después lo llevamos al hospital y cuando mi papá se aseguró que estaba bien nos fuimos.  

Después mis tatas que venían en el auto de atrás lo retaron por inconsciente que como se le ocurría subir a esta persona al auto y etc., Bueno el día de su Misa de aniversario buscando entre sus escritos encontré esto que le dedicó mi papá a su papá (mi tata).   

Me sentí mal porque creo que me gusta tanto ir al Albergue del Hogar de Cristo porque tengo la posibilidad de ayudar a ese Cristo sin correr riesgo, que bueno sería tener el coraje de hacerlo siempre.

 Un abrazo a todos.

 Alejandra Orrego, miembro del Proyecto Domum Sanitas.


Corpus Christi en el Camino

Prójimo,
el torso, desnudo,
los ojos rojos,
las manos sangrantes,
tan sólo desesperación, que se aferra al vehículo ajeno,
en violencia inocente.

Prójimo,
pequeño samaritano,
caído de alcoholes inasibles,
aferrándote a generosidades inexistentes
que aparecen y se van,
con el fácil rodar de un bólido.

Prójimo,
desconcertado de inconscientes inocencias
que levantas los brazos en cruz,
clamando solidaridades imposibles
hasta que la violencia te coge
en delirios mal interpretados
de amenaza y llanto.
 Prójimo,
que sollozas en brazos ajenos
y te haces niño
entre el temor de los niños;
balbuceos de amistad
que resbalan sobre piel helada
sin saber que transparentan
el Cuerpo del Señor.

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